Ante la expectación de los antiguos alumnos y la fascinación
de los nuevos, el Sombrero de Tinta carraspeó. Fue un quejido seco que llegó a
todos los rincones del Gran Comedor, antes de añadir:
-Sí, sí… justo ahí…
El Sombrero de Tinta carraspeó de nuevo (al menos espero que
se tratase de un carraspeo) y bramó:
-¡Gryffindor!
La casa elegida se levantó y vitoreó a la joven alumna. De
cabellos negros - ¿se llamaba Carmen o Cristina? -, entregó el sombrero al
profesor a cargo de Slytherin y se destaponó los oídos antes de sentarse entre
dos chicas mayores que le hicieron un hueco.
-¿Naif?- preguntó el profesor y los aplausos se
enmudecieron. A pesar de haber hablado en voz baja se le había oído
perfectamente.
Miriam, Raúl y Carol se giraron hacia mí y me dejaron sitio.
Sus caras eran una mezcla de alegría porque no fueran ellos los elegidos,
asombro por mi persona los que no habían tenido el honor de hablar conmigo y
nerviosismo general, a lo que se sumaba uñas y labios mordisqueados.
Probablemente sería el alumno nuevo más delgado, y sin lugar
a dudas el más ligero. Me lo habían demostrado en la estación, cuando mi
hermano pequeño me había cogido en brazos sin el menor esfuerzo y me había
manteado por los aires como un osito de peluche, gritando sin darse cuenta con
su voz alta y grave “eres delgado como un espárrago, Naif”; en el tren, que
cuando tomaba cualquier curva me resbalaba hacia el lado contrario; y
finalmente lo había demostrado en las barcas, siendo la mía y la de mi pareja
la más rápida de todas.
Y allí estaba, una cabeza por debajo del más bajo de los
chicos. Las mangas remangadas de la túnica no daban sino una imagen más
peculiar pero aún no me había acostumbrado a llevar el uniforme.
Las perneras de los pantalones picaban tanto que me
preguntaba si no tendrían nidos de creessers,
que según me había contado mi pareja – santo dios, he estado todo el viaje con
él y ya se me ha olvidado su nombre –, eran pequeños insectos gelatinosos que
los alumnos mayores utilizaban para gastar bromas a los nuevos; y me estaba
asfixiando de calor.
Después de esos pasos inseguros iniciales me puse más firme
y dejé atrás a los compañeros restantes. El pasillo entre las mesas no me había
parecido tan largo al llegar, ni cuando observaba a mis compañeros recorrer ese
trecho hasta el sombrero seleccionador, pero ahora se hacía interminable, lleno
de pequeñas pullas de las mesas:
-¿Ese es un alumno o una duende? Es lo más bajito que te vas
a encontrar.- susurró un alumno de nariz prominente situado en la mesa de la
derecha a su amigo.
Noté como se me encendían las puntas de las orejas.
-Querrás decir delgado como un espárrago.- le respondió
este, que lucía una barba poblada y rubia.
Al oírlo casi me detengo en seco, pero seguí andando como si
nada. ¿Delgado como un espárrago? ¿Podía ser que un alumno de tercero o de
cuarto, a juzgar por el acné y la barba, aún emplease tales términos muggles?
Hay gente para todo, supongo…
El profesor que sujetaba el sombrero era sin lugar a dudas
el jefe de casa de Slytherin. Llevaba puesta una túnica de color verde
esmeralda con finos hilos de color negro, con lo que daba la impresión de estar
hecha de escamas. Tenía las mangas abiertas a la altura de los codos y dobladas
simétricamente para atrás y debajo una camisa blanca con unas agujas de oro en
los puños. Era al mismo tiempo elegante y escalofriante.
-Sí, te va a encantar
estar en Slytherin.- me dije para mí.
-Bueno, ¿te vas a sentar o tendré que moverte a soplidos?-
preguntó una voz lejana.
Parpadeé con fuerza y le vi alzándome una ceja. Ahora que
estaba más cerca podía ver que sus ojos eran del color de hielo. Me senté en el
taburete con las orejas completamente rojas. Por suerte esta vez sólo me lo
había dicho a mí, habría sido demasiado si lo hubiera dicho en voz alta.
Suspiró y me colocó el Sombrero de Tinta sobre la cabeza.
Casi inmediatamente escuché su voz.
-Ohh, sí, veo la superficie de una mente nueva… - se acomodó
sobre mi cabeza y de pronto se me coló la cabeza dentro provocando una
carcajada general. El interior estaba recubierto de piel y era muy calentito.
-Ohh, ¿qué es esto?- chilló el Sombrero, y me lo pude
imaginar abriendo los ojos de golpe. Se sacudió unos instantes intentándose
librarse de mí y se dio por vencido –Maldita sea, y yo que quería relajarme un
poco con los últimos y explorar las profundidades de vuestras mentes… Uuuhh,
veo que Slytherin podría gustarte, y sin embargo la mejor opción para ti es…
¡RAVENCLAW!
Agarré los bordes del
Sombrero de Tinta hasta tiznarme las yemas y me lo arranqué de la cabeza. Me
había quedado completamente sordo.
Todas las casas aplaudieron de nuevo y la mesa de Ravenclaw,
bajo el escudo azul y el emblema del águila, se pusieron en pie y vitorearon al
sombrero por su nuevo compañero.
Después de una larga y suculenta cena subimos a la sala
común. De los chicos que estuvieron conmigo durante el viaje y que ahora son
mis compañeros de casa son los siguientes. Me haría muchísima ilusión si
echaseis un vistazo a sus blogs y decidierais seguirles. Como podréis ver,
tienen unos diseños fascinantes y comprenderéis por qué me estoy enamorando
poco a poco de cada uno.
Por cierto, ¿os gusta la corbata?
Un fuerte abrazo,
NaifEsta reseña participa en la Iniciativa Hogwarts.
Ganaremos :)
ResponderEliminar¡Hala! Que te esforzaste con la entreda... Seguro ganamos...
ResponderEliminarBais!