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viernes, 15 de agosto de 2014

Iniciativa Hogwarts – La elección del sombrero y mis compañeros de casa





Ante la expectación de los antiguos alumnos y la fascinación de los nuevos, el Sombrero de Tinta carraspeó. Fue un quejido seco que llegó a todos los rincones del Gran Comedor, antes de añadir:

-Sí, sí… justo ahí…

El Sombrero de Tinta carraspeó de nuevo (al menos espero que se tratase de un carraspeo) y bramó:

-¡Gryffindor!

La casa elegida se levantó y vitoreó a la joven alumna. De cabellos negros - ¿se llamaba Carmen o Cristina? -, entregó el sombrero al profesor a cargo de Slytherin y se destaponó los oídos antes de sentarse entre dos chicas mayores que le hicieron un hueco.

-¿Naif?- preguntó el profesor y los aplausos se enmudecieron. A pesar de haber hablado en voz baja se le había oído perfectamente.

Miriam, Raúl y Carol se giraron hacia mí y me dejaron sitio. Sus caras eran una mezcla de alegría porque no fueran ellos los elegidos, asombro por mi persona los que no habían tenido el honor de hablar conmigo y nerviosismo general, a lo que se sumaba uñas y labios mordisqueados.




Probablemente sería el alumno nuevo más delgado, y sin lugar a dudas el más ligero. Me lo habían demostrado en la estación, cuando mi hermano pequeño me había cogido en brazos sin el menor esfuerzo y me había manteado por los aires como un osito de peluche, gritando sin darse cuenta con su voz alta y grave “eres delgado como un espárrago, Naif”; en el tren, que cuando tomaba cualquier curva me resbalaba hacia el lado contrario; y finalmente lo había demostrado en las barcas, siendo la mía y la de mi pareja la más rápida de todas.

Y allí estaba, una cabeza por debajo del más bajo de los chicos. Las mangas remangadas de la túnica no daban sino una imagen más peculiar pero aún no me había acostumbrado a llevar el uniforme.

Las perneras de los pantalones picaban tanto que me preguntaba si no tendrían nidos de creessers, que según me había contado mi pareja – santo dios, he estado todo el viaje con él y ya se me ha olvidado su nombre –, eran pequeños insectos gelatinosos que los alumnos mayores utilizaban para gastar bromas a los nuevos; y me estaba asfixiando de calor.

Después de esos pasos inseguros iniciales me puse más firme y dejé atrás a los compañeros restantes. El pasillo entre las mesas no me había parecido tan largo al llegar, ni cuando observaba a mis compañeros recorrer ese trecho hasta el sombrero seleccionador, pero ahora se hacía interminable, lleno de pequeñas pullas de las mesas:

-¿Ese es un alumno o una duende? Es lo más bajito que te vas a encontrar.- susurró un alumno de nariz prominente situado en la mesa de la derecha a su amigo.

Noté como se me encendían las puntas de las orejas.

-Querrás decir delgado como un espárrago.- le respondió este, que lucía una barba poblada y rubia.

Al oírlo casi me detengo en seco, pero seguí andando como si nada. ¿Delgado como un espárrago? ¿Podía ser que un alumno de tercero o de cuarto, a juzgar por el acné y la barba, aún emplease tales términos muggles? Hay gente para todo, supongo…

El profesor que sujetaba el sombrero era sin lugar a dudas el jefe de casa de Slytherin. Llevaba puesta una túnica de color verde esmeralda con finos hilos de color negro, con lo que daba la impresión de estar hecha de escamas. Tenía las mangas abiertas a la altura de los codos y dobladas simétricamente para atrás y debajo una camisa blanca con unas agujas de oro en los puños. Era al mismo tiempo elegante y escalofriante.

-Sí, te va a encantar estar en Slytherin.- me dije para mí.

-Bueno, ¿te vas a sentar o tendré que moverte a soplidos?- preguntó una voz lejana.

Parpadeé con fuerza y le vi alzándome una ceja. Ahora que estaba más cerca podía ver que sus ojos eran del color de hielo. Me senté en el taburete con las orejas completamente rojas. Por suerte esta vez sólo me lo había dicho a mí, habría sido demasiado si lo hubiera dicho en voz alta.

Suspiró y me colocó el Sombrero de Tinta sobre la cabeza. Casi inmediatamente escuché su voz.

-Ohh, sí, veo la superficie de una mente nueva… - se acomodó sobre mi cabeza y de pronto se me coló la cabeza dentro provocando una carcajada general. El interior estaba recubierto de piel y era muy calentito.

-Ohh, ¿qué es esto?- chilló el Sombrero, y me lo pude imaginar abriendo los ojos de golpe. Se sacudió unos instantes intentándose librarse de mí y se dio por vencido –Maldita sea, y yo que quería relajarme un poco con los últimos y explorar las profundidades de vuestras mentes… Uuuhh, veo que Slytherin podría gustarte, y sin embargo la mejor opción para ti es… ¡RAVENCLAW!

Agarré los bordes del Sombrero de Tinta hasta tiznarme las yemas y me lo arranqué de la cabeza. Me había quedado completamente sordo.

Todas las casas aplaudieron de nuevo y la mesa de Ravenclaw, bajo el escudo azul y el emblema del águila, se pusieron en pie y vitorearon al sombrero por su nuevo compañero.


Después de una larga y suculenta cena subimos a la sala común. De los chicos que estuvieron conmigo durante el viaje y que ahora son mis compañeros de casa son los siguientes. Me haría muchísima ilusión si echaseis un vistazo a sus blogs y decidierais seguirles. Como podréis ver, tienen unos diseños fascinantes y comprenderéis por qué me estoy enamorando poco a poco de cada uno.

















Por cierto, ¿os gusta la corbata?


Un fuerte abrazo,
Naif






Esta reseña participa en la Iniciativa Hogwarts.

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